No ha pasado ni un año desde que
Obama congregara a más de dos millones de personas durante su discurso de investidura el 20 de enero e, incluso con un
Nobel de la paz en su haber, ya no hay rastro de la figura mística del que fue candidato a la presidencia de
Estados Unidos.
The Economist, por ejemplo, se atreve a
pronosticar un año "miserable" para Obama. La batalla por la reforma sanitaria, el alto déficit estatal, la guerra de Afganistán, dice la prestigiosa revista, contribuirán a desgastar la imagen del presidente de EEUU, cuya
aprobación popular ha caído del 70% al 50% después de sus primeros ocho meses. La aparente debilidad de Obama, tanto en un plano interno como a nivel internacional, y la resistencia del pueblo norteamericano al cambio, podrían llevarle a perder la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, lo que le dificultaría aún más la realización del cambio prometido durante su campaña electoral.
Lejos queda, por tanto, el supuesto cambio histórico que supuso su victoria, precedida por lo que para muchos fue un
movimiento social. "Fue un movimiento social en el sentido en que arrastró a gente que no solía votar, que votaba por primera vez e incluso que había votado siempre a los republicanos. Lo fue también por la capacidad de movilización de voluntarios y de recaudación", asegura a este redactor
Eusebio Val, que cubrió la carrera electoral de Obama para
La Vanguardia.
Pablo Pardo, corresponsal de
El Mundo en Washington, sostiene que Obama "logró crear un movimiento social por su uso de la tecnología, sobre todo Internet y teléfonos móviles. Lo único que hizo fue repetir la estrategia de
Howard Dean en 2004".