26 de julio de 2010

¿Qué lobbies influyen más?

En ningún país como Estados Unidos son tan acusadas las actividades de presión de ciertos grupos de interés. A pesar de que el cabildeo está reconocido en la Carta de Derechos como una manifestación de la libertad de expresión, los intereses de las grandes compañías confrontan con los de los ciudadanos.

Los lobbies son grupos de presión que ponen en marcha una extraordinaria maquinaria de relaciones públicas y presiones políticas con el fin de orientar las decisiones de los aparatos gubernamentales a su favor. El presidente americano, Barack Obama, ya manifestó en The Audacity of Hope su disconformidad con el funcionamiento de estos grupos:

Para mí no es lo mismo un grupo de presión empresarial cuya fuerza se basa exclusivamente en el dinero, que un grupo de individuos que sostienen las mismas ideas -ya sean trabajadores textiles, aficionados a las armas, veteranos o familiares de granjeros- y que se unen para defender sus intereses.
Y es que no hay más que echar un vistazo a los grupos más influyentes. Una lista elaborada por Lobby Watch que recoge los 100 grupos de presión más importantes sitúa entre los diez primeros a la Asociación Estadounidense de Médicos y la Asociación Estadounidense de Hospitales. Ambas han invertido millones y millones de dólares para impedir una reforma del sistema de salud como el que Obama logró aprobar diera cobertura a millones de ciudadanos que carecían de ella.

Apenas hay seis lobbies relacionados con los intereses de los ciudadanos; los sindicatos, tres asociaciones de jubilados, un grupo que integra a los agricultores y la Asociación de Abogados Procesales. La Cámara de Comercio aparece como el lobby que más gasta, seguido del Grupo Altria (industria del tabaco) y General Electric. Entre 1998 y 2004 –son los datos que ofrece Lobby Watch- los diez lobbies más grandes gastaron casi mil millones de dólares en actividades de relaciones públicas.

La brecha que separa a los ciudadanos de sus representantes políticos viene dada por realidades como esta. La gente de a pie se queja –con razón- de que los gobiernos están al servicio de las grandes corporaciones. La capacidad de influencias de las multinacionales cercena los fundamentos democráticos; la libertad de expresión y la igualdad de oportunidades dan más voz a los que tienen más recursos.

Los valores que sustentan el sistema democrático se han convertido en su peor enemigo. Sobre todo, en Estados Unidos, donde la actividad de los lobbies forma parte de la cultura nacional. La transparencia, además, es máxima. El Boletín Trimestral del Congreso y la web de la Comisión Electoral Federal se encargan de dar a conocer las actividades de cabildeo de los grupos de presión.

Aquí radica una de las dificultades que tiene que superar Obama, decidido a otorgar más poder a los ciudadanos frente a las organizaciones empresariales. Los dos grandes logros de su mandato –reforma sanitaria y financiera- van en esa dirección pero los índices de popularidad le son esquivos. Pasan los meses y Obama no remonta. Según Gallup, el nivel de aprobación es del 46% frente al 47% desfavorable. Y noviembre está a la vuelta de la esquina y la igualdad entre republicanos y demócratas es máxima, según la última encuesta de Gallup.

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