9 de julio de 2010

Saramago creía en Obama


José Saramago se fue y Guantámano seguía abierto. El genial escritor cayó también rendido a los encantos del presidente Obama. Y a través de su cuaderno digital pidió que la primera decisión del presidente de EEUU fuera cerrar ese “campo de concentración (y de tortura)”. “Y de camino, acabar con el bloqueo”.
¿Que no se pode hacer todo, así, de una sentada? Sí, tal vez no se pueda, pero, por favor, señor presidente, por lo menos haga algún gesto. Al contrario de lo que quizá le hayan dicho en los corredores del senado, esa isla es más que un dibujo en el mapa. Espero, señor presidente, que algún día quiera ir a Cuba para conocer a quien allí vive. Finalmente. Le prometo que nadie le hará daño.
Saramago sabía que ningún mandato presidencial puede ser perfecto, pese a las expectativas creadas en torno al máximo mandatario. Y en el caso de Obama eran tantas… Sólo le pedía una cosa: que no renunciara a su palabra.
Tal vez acierte, tal vez no, y algo de sus insuficiencias, que ciertamente las tendrá, se las tendremos que perdonar, porque errar es propio del hombre como por experiencia hemos aprendido a nuestra costa. Lo que no le perdonaríamos jamás es que llegara a negar, deturpar o falsear una sola de las palabras que ha pronunciado o escrito. (…) Lo sabemos todo de discursos engañosos, señor presidente, mire bien dónde se mete.
Obama, decía Saramago, probablemente no hubiera sido presidente sin Rosa Parks. Saramago veía en el tsunami electoral provocado por el primer presidente negro de EEUU el sueño de Luther King. Y pedía que nadie acabara con él, porque aún seguía creyendo en milagros:
Tal vez todos seamos creyentes de esta nueva fe política que irrumpió en Estados Unidos como un tsunami benévolo que se va a llevar todo por delante separando el trigo de la paja y la paja del grano, tal vez sigamos creyendo en milagros, en algo que venga de fuera para salvarnos en el último instante, entre otras cosas, de ese otro tsunami que está arrasando el mundo.
El escritor entendía que la promesa de que otro mundo es posible no se cumpliría sin la iniciativa de todos: “De nosotros depende que dure este sentimiento”. Y es que Obama se alejaba de la máxima –que nadie negó una vez se formuló- que asegura que la política es el arte de no decir la verdad.
Levanta la voz para hablar de valores, de responsabilidad personal y colectiva, de respeto por el trabajo, también por la memoria de aquellos que nos antecedieron en la vida.
Esa forma de hacer política supuso un Nobel para Obama: “Es posible que comience a decirse que el Premio Nobel de la Paz ha sido prematuro, pero no lo es si lo entendemos como una inversión… Gracias a él tal vez Obama adquiera todavía mayor conciencia de cuanto lo necesitamos”.

Saramago se fue. Siempre será recordado. Una mente lúcida que luchó con las injusticias y la sinrazón. Batalló desde su pluma. Y un político negro le hizo recuperar la fe en el oscuro juego de los poderosos. Obama no faltó a su palabra mientras Saramago vivió. Sin duda, el portugués seguirá sus pasos allá donde quiera que esté.

Lista de participantes en el post colectivo sobre Saramago:

- Saramago: esa dulce mirada portuguesa, de Gloria Fernández

- El que calla, muere y dice, de Lisi Prada

- Saramago el humano, el escritor, de Trasindependiente

- Saramago, blogger de Blas F. Tomé

- Saramago creía en Obama, de Jaime García

- La Iberia de Saramago, de Encarna Hernández

- Saramago de Fernando María

- Saramago i la ciutadania lúcida de Enric Senabre

- Saramago, maestro de la literatura, de Cástor Olcoz

- Saramago y la Unión Ibérica, de Emilio Fuentes

- Saramago: compromiso y Literatura, de Carmen Guarddón

- 'Pilar’, de Fernando Solera:

- A Saramago, Psiquiatra de familia

- Saramago, de Arco:

- Saramago y el derecho a la rebelión, de Merhum:

- José Saramago como Blogger:

- La traducción de Europa según Saramago, de Alejandro Palomino

- Mi padre y Saramago, de Bernardo Ramos Vañó

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