31 de marzo de 2011

It´s the internet, stupid

Reseña de La reinvención de la política, donde Diego Beas plantea un nueva esfera pública gracias a internet.


El republicano John McCain fue el primer candidato a la presidencia de Estados Unidos que se apoyó en las posibilidades que ofrece internet para impulsar su campaña. Ocho años después, Barack Obama fue su verdugo en las primeras elecciones en las que la red se reveló como un factor decisivo.

El mexicano Diego Beas repasa en La reinvención de la política los hitos más relevantes en la corta historia de un medio llamado a inaugurar una nueva esfera pública. Es la tesis del experto en política norteamericana, que anticipa una forma de hacer política anclada en el contacto en tiempo real entre los ciudadanos, los agentes sociales y los gobiernos.

La denominada generación del Milenio es la de las redes sociales y las comunidades en el mundo virtual; la de la comunicación bidireccional. Así es como Diego Beas piensa que se van a marcar las reglas en el juego político. No obstante, Obama ya ha dado los primeros pasos en ese sentido con el sitio web Data.gov.

A juicio del autor del libro, de trescientas páginas, el proyecto equivale en términos de gobierno a “cuando el hombre vio la luz y salió de la profundidad de las cavernas”. La multitud de datos públicos puestos a disposición de los ciudadanos sin coste alguno permite que nuevos ojos fuera de la esfera gubernamental puedan proponer nuevos enfoques para afrontar los desafíos del país.

Antes de llegar a esbozar una incipiente plaza pública de bits, Diego Beas recorre los pasos que han ido dando los pioneros en la participación política desde la red. La campaña MoveOn, lanzada en 1998 a iniciativa de dos empresarios retirados a la luz del clima de crispación generado tras el “Caso Lewinsky”, fue solo un aviso de lo que la movilización ciudadana puede conseguir: llegaron a la cima con las movilizaciones mundiales en contra de la guerra de Irak.

En esa línea, el demócrata Howard Dean dio continuidad en las primarias de 2004 a la línea avanzada por John McCain cuatro años antes. En poco tiempo, un político sin apenas reconocimiento entre los estadounidenses logró vertebrar una candidatura fuerte creada desde la base.

Acuñó la “revolución de los 100 dólares”, cientos de miles de pequeñas aportaciones para financiar una campaña, dentro de su apuesta por las nuevas tecnologías. Asimismo, logró crear una estructura paralela apoyada por una masa de activistas para crecer en la rigidez del aparato del Partido Demócrata. Pese a todo, no fue capaz de superar a John Kerry en las primarias demócratas, pero sentó las bases de la campaña del actual presidente de Estados Unidos

Barack Obama entendió que su “improbable candidatura” solo sería viable con una campaña que se saliera de los cauces habituales. Muy lejos quedaba la dictadura de la televisión, como pudo comprobar Richard Nixon ante John F. Kennedy en el primer debate televisado. Mucho más lejos aún quedaba la influencia de la radio, medio del que se sirvió Franklin Roosevelt en la década de 1930.

La primera parada de Obama ’08 tuvo lugar en “The Google Primary”. El entonces osado candidato rechazó rendir pleitesía a los periódicos The New York Times y The Washington Post, compromiso obligatorio en la carrera por la presidencia de EE. UU. En su lugar, charló en Mountain View, California, con los empleados de Google. Era el séptimo candidato en pisar sus instalaciones pero el único que logró seducirlos.

A partir de ahí, la campaña de Obama comenzó a crecer al modo de una “start-up” tecnológica. Así se explica que las elecciones fijaran el récord del coste total de las elecciones en más de 1.600 millones de dólares. Solo Obama recaudó 750 millones de dólares, más que todos los candidatos en 2005. 500 millones o, lo que es lo mismo, seis millones de donaciones de cien dólares o menos, se deben a las nuevas tecnologías de la información.

Claro que el carisma y la preparación del candidato demócrata fueron decisivos en su elección final. Como lo fue la televisión y sus carísimos anuncios de treinta segundos, y los cauces tradicionales de propaganda. Pero Diego Beas entiende que sin internet no habría sido posible el potente movimiento social alrededor de la figura de Obama.

Todo formó parte de una estrategia pensada por David Axelrod, su jefe de campaña: “Devolvimos la política a las personas, a las bases”. My.barackobama.com, la web de su candidatura, funcionó al modo de una red social como Facebook adaptada al momento político concreto. El final de la historia es de sobra conocido: Obama hizo historia con su victoria, la primera vez que una persona de color ocupaba la Casa Blanca.

Para Diego Beas, lo ocurrido en 2008 no es más que el destape del fenómeno. La forma de interactuar entre la clase política y los ciudadanos está obligada a seguir la línea que marcan las nuevas tecnologías. En su empeño por presidir el gobierno “más transparente de la historia”, Obama nombró al primer jefe de tecnología de la nación, responsable de la innovación tecnológica e información.

¿Cómo se puede convertir una lista de trece millones de activistas en socios del gobierno? En eso trabaja la administración de Obama, que ha intentado dar respuesta al nuevo reto de integrar la participación ciudadana en las decisiones del gobierno con “Organizing for America”, una amplia organización formada por aquellos que le votaron en 2008.

Diego Beas apuesta por una reinvención de la política, obligada por el empuje de los ciudadanos. “Imaginemos cómo será nuestro mundo cuando 3.500 millones de personas, la mitad de la humanidad, estén conectadas a la red”, plantea. En internet se fragua un nuevo tipo de diálogo.

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