26 de octubre de 2011

Así pasa la gloria en el mundo

Berlusconi comenta con un pragmático “Sic transit gloria mundi” la muerte de Gadafi, otrora su gran amigo.


En los buenos tiempos uno era el sátrapa amigo de Occidente y otro un canalla divertido. Esos tiempos pasaron y ahora Gadafi, el primero, ya no llamará nunca más “rata” a nadie. Lo encontraron escondido en una cañería, herido, sangrando, lejos del lujo que descubrieron en agosto los que después lo iban a matar.

Para el segundo, Berlusconi, cada día que pasa es un suplicio. Una tortura ser un día más viejo, una hora más viejo, un minuto más viejo, un segundo más viejo... Qué tormento. Aunque menos importante, enfrentarse a seis procesos tampoco es cómodo. Mucho menos saber que cualquier día puede caer, perder la capacidad de legislar en su defensa. Hasta ahora le ha ido muy bien presentando leyes en lugar de pruebas a los jueces.

Silvio, un ganador, lo último que desearía es un final sin elegancia. Empresario de éxito, político hábil y pionero, amigo de sus amigos y enemigos... ha perdido su encanto. En Europa manda Merkel. Y ya se sabe: la canciller es un “culazo mantecoso infollable”. Michelle Obama, en cambio, merece sus mejores elogios. Y el presidente de Estados Unidos lo tiene sentenciado. Le quedaba el consuelo de Gadafi, pero ahora vive con el dolor de haberle traicionado.
Berlusconi despide con un pragmático

“Me ha sorprendido la actitud de un amigo con el cual sellé un tratado de amistad”, le escribía en agosto el ex dictador libio. “Habría esperado de tu parte al menos que te hubieras interesado”, continúa. Dos puñetazos directos al mentón de Berlusconi. Mientras lo leía debía de pensar que no era así, que lo sentía. Lo había dicho un par de meses antes: “Estoy apenado por Gadafi, lo siento. Lo que ha pasado en Libia me afecta personalmente”.

El libio sabía que Berlusconi hubiera preferido evitar bombardearlo y a continuación le guiñaba un ojo: “No te culpo por eso, ya que no eres responsable”. A los amigos no se les envían misiles. Eso lo sabe el primer ministro italiano. Amistad es la palabra: “Para mí, la amistad es uno de los valores más importantes y Gadafi me consideraba un amigo”.

“Detén los bombardeos”, imploraba el acorralado dictador, consciente de que su fin estaba muy cerca. Igual era el oro lo que no le dejaba pensar. O tenerlo todo a su alcance, quizá. Lo cierto es que lo único que Berlusconi podía hacer era renunciar. “Pensé en dimitir para ser fiel”. Al pensarlo por segunda vez comprendió que era una estupidez. La política es para supervivientes: hay que saber soltar la mano a tiempo y no dejarse arrastrar en la caída por el barranco.

Y Gadafi cayó solo, con un último deseo: “Espero que Dios todopoderoso te guíe por el camino de la justicia”. Ya le gustaría a Berlusconi, a quien no le queda ni el apoyo de la Iglesia. Años después, han descubierto que el comportamiento del mandatario italiano es “contrario al público decoro”. Será la burocracia.

Muerto Gadafi, ahora le toca a él salvarse. Europa acerca su cuello al cuchillo de Umberto Bossi y los jueces esperan en la puerta de emergencia. “Sic transit gloria mundi”. Así pasa la gloria en el mundo.

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